lunes, 12 de abril de 2021

CRÍTICA DE CINE: “Mi príncipe en cien días”, una serie fuera de serie

 


Ella tiene excusas suficientes para ir contra la corriente sociales y personales. Él está lleno de razones para desconfiar de su entorno y evitar “ser el sapo que ayuda al escorpión para después morir”, así se desarrolla la serie “Mi príncipe en cien días” disponible en la cartelera de Netflix, que sin lugar a duda es una obra excepcional del séptimo arte, contada en episodios de una hora, con gracia y sencillez insuperable que resulta difícil que te pueda parar.

Invito a que la disfruten a plenitud, no solo por el excelente papel de los actores, la música, la fotografía, sino por la manera en que se cuenta la historia envuelta en el género épico y romántico en que se desarrolla.

Poco hay que agregar a lo que se ha dicho sobre las destacadas actuaciones de los actores coreanos Do Kyung Soo y de Nam Ji Hyun, que en sus papeles estelares hacen de este filme de una característica particular.

La serie, dirigida por Lee Sang-Baek, cuenta la vida paralela de los dos protagonistas y en la medida que se desarrolla se logran resultados impresionantes de cómo abordar con gracias el tradicional género de las artes marciales en la lucha de poderes en el antiguo Joseon y como se van aproximando los actores a una pareja romántica, sin llegar a lo platónico. Todo explicado en circunstancias que la hacen que esté entre las mejores de su género.

“Won Deuk y Hong Shim” se complementan en unos personajes bien definidos y al final, una humilde doncella descubre en varios libros que fue la inspiración para que él se convirtiera en el Príncipe Heredero.

¡Genial! Es como se puede definir esta obra de televisión de ficción histórica transmitida originalmente en 2018 a través de Total Variety Network (TVN).  Su mérito consiste en hacer arte mediante recursos de imágenes, sonidos y actuaciones, armando un rompecabezas donde nada sobra y todo se justifica en la cadena de eventos, con una sencillez extraordinaria.

El guion de Noh Ji-Seol luce lento en el último capítulo, pero invitó a que le presten atención porque es el logro magistral del porqué “Mi príncipe en cien días”, para mí es una obra que debe ser presentada en todas las escuelas cinematográficas.


 

lunes, 5 de abril de 2021

La política y el tiempo del Eclesiastés

 


En la política como en el salmo del Eclesiastés “todo tiene su tiempo”. Pero, como la política es una ciencia y un arte a la vez, también hay que saber “combinar los sonidos con las secuencias del tiempo”.

 “Todo tiene su tiempo…”, dice el Eclesiastés: “Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar y tiempo de llorar y tiempo de reír”.

 También, “tiempo de lamentar y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas; tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de desechar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de a aborrecer;  tiempo de guerra y tiempo de paz”.

 Sin embargo, en política los tiempos son menores. El tiempo de nacer y de plantar se origina con los cambios; el de destruir, el de edificar, se hace con reformas; el de abrazar, abstenerse de abrazar, callar y hablar, se hace en el consenso; el de guerra y paz, se resumen con ejecutorias.

 Es decir, en el Eclesiastés como en la política, hay tiempo para todo, menos para dejar que pase el tiempo, porque el tiempo de aborrecer o amar corresponde a las elecciones.

 Todo debe ser “on time”, como se diría en inglés, porque como arte debe ser como la música: “combinar los sonidos con el tiempo”, sin importar la popularidad del ritmo, para que al final el tiempo de cosechar sea de “vosotros”.

 

 

 

 


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