En la política como en el salmo
del Eclesiastés “todo tiene su tiempo”. Pero, como la política es una ciencia y
un arte a la vez, también hay que saber “combinar los sonidos con las secuencias
del tiempo”.
“Todo tiene su tiempo…”, dice el
Eclesiastés: “Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de
arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y
tiempo de edificar y tiempo de llorar y tiempo de reír”.
También, “tiempo de lamentar y
tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas; tiempo de
abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar y tiempo de perder;
tiempo de guardar y tiempo de desechar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo
de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de a aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz”.
Sin embargo, en política los
tiempos son menores. El tiempo de nacer y de plantar se origina con los cambios;
el de destruir, el de edificar, se hace con reformas; el de abrazar, abstenerse
de abrazar, callar y hablar, se hace en el consenso; el de guerra y paz, se
resumen con ejecutorias.
Es decir, en el Eclesiastés como
en la política, hay tiempo para todo, menos para dejar que pase el tiempo,
porque el tiempo de aborrecer o amar corresponde a las elecciones.
Todo debe ser “on time”, como se
diría en inglés, porque como arte debe ser como la música: “combinar los sonidos con el
tiempo”, sin importar la popularidad del ritmo, para que al final el tiempo de cosechar sea de “vosotros”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario